6 de septiembre de 2012

Cruentatus

De sangre bañadas están,
las dos primeras y cada una de las cortinas
que hacían sombras del sol.

De sangre bañados están,
los floreros, los jarrones y el diván
donde sucumbe nuestro amor furtivo.

Aquel vestido blanco tiznó,
y probo que solo podía ser blanco,
nunca burdeos, como aquella, tu primera menstruación.

El piso, los collares, mi reloj.
Tus ojos, mis palmas, y el espejo.
También la vela y el cuchillo,
ese que rasgó, cual tela, tu piel.

De sangre bañado quede.

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